Orígenes e identidades, Leah

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Leah y Wanda ©LéahAnglès

Bodega : Léah Anglès
Papel en la bodega : de las viñas a la botella
Región : Collioure/Banyuls, Roussillon
Tamaño viñedo : 5,5ha
Tipo de viticultura : vino razonado y natural

https://www.instagram.com/leahangles/

Leah, como buena alumna, había elegido la vía científica. Qué sacrilegio tan grande el de aquél que osaba sacrificar su talento por los números dedicando su vida al estudio de las letras…
Así que no se lo pensó mucho más y siguió por el camino que el sistema educativo le había trazado, y se matriculó en una licencia de química para trabajar en un laboratorio.
Sintiendo que la vida de laboratorio no se correspondía con su definición de entretenida, se encontraba, a pesar de todo, como muchos de nosotros empujados por la inercia del sistema, en un puesto en el cual se aburría.

Y, un día que no presagiaba nada, hubo un detonante que le hizo dar un vuelco a su vida.  No fue nada extraordinario sino más bien un elemento anodino que le interpeló y le insufló en los oídos que había venido la hora de marcharse en búsqueda de un camino que, aunque lleno de piedras, siempre te llena con la misma ilusión.

Como en la concha vacía, el soplo se adentró impetuoso y resonó sin descanso: el mar y el horizonte de los posibles. Fue una evidencia. Ese día, los ojos de Leah se encontraron con un anuncio para el concurso de preparación al título de enóloga y, como en una película, empezaron a desfilar ante sus ojos: la licencia de química, las viñas que siempre la habían rodeado, el vino sobre la mesa…
Sin nunca haber pisado ni un viñedo ni una bodega, Leah tuvo la intuición de que aquél era el camino que tenía que escoger.
 

Aficionada a la música, era voluntaria en el festival de las Déferlantes, un imprescindible de la región, y servía birras a cambio de conciertos gratuitos.
Una noche, un grupo se sentó en su barra. Con las lenguas desatadas tras varias cervezas, Léah descubrió que en este grupo surrealista de felices aficionados a la  música se escondía, Vincent, que trabajaba en una bodega en Argelès sur mer (al lado de Perpiñán).
Léah, en búsqueda de unas prácticas para validar su título, se hizo con su tarjeta de visita y se presentó a la bodega al lunes siguiente.
Se encadenaron jornadas de locura, mucha cerveza (uno de los propietarios Andy era irlandés), pero sobre todo muchísimo aprendizaje.
Prosiguió sus estudios con un master en enología que concluyó con una tesis en Saint-Emilion (cerca de Burdeos). Nada más haber entregado su tesis en 2016, empezaba en el Coume del Mas con Philippe (uno de los propietarios de la bodega de ARgelès con Andy y Julien) y Nathalie Gard. Se sentía como en casa y le hubiese gustado dejar allí sus maletas. Alternaba entre inviernos en la bodega y veranos por aquí y por allá, responsable de vinoteca en Paris, enóloga en Nueva Zelanda…; tenía la vida que había soñado.
Sin embargo, Philippe tenía en mente algo más grande para su protegida y la empujó en las viñas.
En 2018, Philippe le propuso, cuando Leah nunca había considerado ni siquiera esta posibilidad, elaborar su vino, tomando todas las decisiones, de la planta a la etiqueta. Orgullosa de trabajar en el Coume del Mas y súper excitada con la nueva aventura, decidió documentar en Instagram todo el proceso.


El éxito fue inesperado y más del 50% de los pedidos de ese nuevo vino se hicieron por allí. Obligada a constatar que sí podía elaborar vino sola, y que le gustaba, Leah decidió empezar a volar con sus propias alas.
Lejos de un largo río tranquilo, entró en pánico. La idea misma de emprender le daba escalofríos. Dejar la seguridad y el confort para dedicarse en cuerpo y alma a su proyecto puede ser muy seductor, pero también angustioso, y más aún si eres el primero en emprender, y en el vino. La libertad la tienes, pero también la soledad frente a todas las decisiones, lo desconocido, lo administrativo, la remuneración que fluctúa, el sacrificio. Leah sabe de todo esto. Sabe también que las mujeres tenemos un reloj biológico que avanza, y cuando te lanzas en un proyecto no puedes duplicarte…


Leah ©LéahAnglès

No obstante, no es por nada que llamamos con cariño a un proyecto “bebé”, porque hay algo de maravilloso y satisfactorio en ver como todo lo que llevas siguiendo tus valores se convierte en vida. Y bueno, sí, Leah está sola en el viñedo, pero su perra Wanda siempre le acompaña y sus amigos de la ciudad vienen cada vez que pueden a ayudarla y estirar las piernas tras largas horas en un despacho y a disfrutar de la vista increíble desde las viñas sobre la cala de Paulilles.


Sus viñas se extienden sobre 5,5ha amoldándose a las laderas escarpadas de la Côte Vermeille que se sumergen en el mar. La vista es espectacular y el lugar mítico. Leah es muy consciente de la importancia de preservar este lugar y por esta razón eligió elaborar vino natural y con denominación de origen.
Pero Leah es realista, Banyuls es un terreno de trabajo complicado, todo es manual y no hay escapatoria frente a las intemperies; no es negociante (los que compran uvas a otras personas) para poder tener un ojo sobre todas sus viñas.
Por lo tanto, no se cierra puertas y sabe que, si un día habrá que añadir un poquito de azufre para salvar su producción, como el que se toma un ibuprofeno cuando el dolor ya no es soportable, lo hará. Esto no es una carrera hacia más y más certificaciones, sino más bien un camino hacia la tierra y su comprensión, con el objetivo de preservarla y protegerla.

Divay ©LeaLip

Cuando Leah mira hacia atrás y se acuerda de ese día en el que se inscribió al concurso de preparación al título de enología, todavía le cuesta creer que esté aquí y que su vino Divay pueda gustar.

Divay lleva en él un homenaje a su madre, a su abuela y a sus orígenes malgache, de Madagascar, (“Divay” significa vino en malgache). Los orígenes, pequeño bagaje que transportamos con nosotros, y nos recuerda a lo largo de nuestro camino de dónde venimos; forma parte de nuestra identidad, identidad que se lee en el paisaje de Collioure y a la que, con Divay, Leah hace honor y ayuda a perdurar.


Divay es potente y cautivador pero tampoco se come la cabeza, le gusta que lo acompañen con pasta y un ragú cocinado lentamente y durante mucho tiempo, con o sin carne, según los días, y con la banda sonora de “The time travellers” en los altavoces,
porque esto es Divay: un túnel intemporal que nos hace viajar a Collioure (pero con un toque picante).

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