Saskia dejó muy joven la escuela para dedicarse a un oficio que ya empezaba a dar sus últimos suspiros: la fotografía analógica. Trabajaba en un laboratorio donde el patrón era de los que veían con mal ojo aquella revolución que estaba a punto de cambiar la faz de la fotografía, el digital. Se había unido a las filas de la resistencia y Saskia no se formaría al digital.
Sin embargo, esta lucha era en vano y, como lo sabemos todos, los laboratorios analógicos cerrarían todos poco a poco y el digital acabaría triunfando.
Saskia se fue de la región parisina para reunirse con su hermano en Londres. Pero la revolución del digital había también cruzado la Mancha y trabajar en laboratorio se volvía cada vez más complicado.