Cortar el nudo Gordiano, Virginie

Virginie se sentía atraída por el arte, pero no veía en sí misma un alma de artista, así que decidió estudiar la carrera de Historia del arte. Durante cuatro años trabajó en el sector de los museos nacionales. Viajaba mucho y estaba en contacto permanente con artistas. Este frenesí artístico avivaba, como el fuego, su deseo de creación. En paralelo, un sentimiento de frustración poco a poco se fue instalando. No sabía ni bailar ni dibujar; se sentía sin ningún talento artístico, ¿cómo iba a poder expresar estas emociones y este mundo que la habitaban?

La Tierra que llevo en mi piel, la Zafra

La vida seguía su curso y los veranos se sucedían en la tranquila Sierra de la Zafra. Como su padre, su abuelo y todos los anteriores, el padre de Mar, electricista, en su tiempo libre cuidaba de esa tierra que había heredado y que siempre había conocido. Esa tierra, viva y guardiana de tantos secretos y recuerdos familiares, era mucho más que una tierra, era parte de la familia.
Mar se había ido a vivir a Ciudad Real y visitaba a su Zafra cada verano, como quien visita a su abuela. Pero la sabía entre buenas manos, su padre la cuidaba.
Así que en aquel día del 2010, cuando el rio de la vida decidió cambiar su curso y la Zafra se encontró sin quien la cuidase, Mar supo en lo más profundo de su ser que era su turno. Responsabilidad o amor a la Tierra, llámenlo como guste, Mar decidió encontrar la forma de seguir caminando junto a la Zafra.