Bodega : L’Âme Bleue ( y Gypsy Queen)
Papel en la bodega : de las viñas a la botella
Región : Calce, Roussillon
Tamaño viñedo : 2ha
Tipo de viticultura : vino natural
https://www.instagram.com/lamebleue_calce/
Nada se pierde, nada se crea, todo se transforma. La especie humana siempre se ha dedicado a reproducir lo que veía. Adapta, transforma, mejora sus aprendizajes y avanza en la Historia de la evolución. Nuestros padres han reproducido el modelo de sus padres, cambiándolo ligeramente. Y nosotros mismos, ahora, reproducimos lo que hemos visto del círculo familiar, del círculo amical o del círculo profesional. ¿Cómo imaginar entonces lo que jamás hemos visto? Sí, claro, siempre ha habido un electrón libre, el loquillo, el rebelde, a contracorriente, para enseñar otro camino, la excepción que confirma la regla. Sin embargo, no todo el mundo tiene la energía para ser la excepción a la regla, para oponerse a todos… Además, para que este nuevo camino se convierta en una banalidad, hacen falta muchos rebeldes que hagan excepción. Y sobre todo, hace falta que sus historias se compartan y transmitan, para inspirar pero sobre todo para pasar el mensaje de que este camino, por insensato que parezca, puede ser la elección de otras personas.
Quién no ha pensado alguna vez al descubrir la profesión de un desconocido “si hubiese sabido que existía, quizás hubiese elegido otra vía.” No basta con la lista sin fin de programas propuesta por los medios para concebir una profesión como una realidad tangible. Pongamos el ejemplo del astronauta, ¿cómo imaginar esta carrera posible sin haber conocido personalmente uno?
Es más probable entonces que la misión Luna se quede en el mundo de los sueños y nunca se encuentre con vuestra realidad.
Salirse del marco de las profesiones conocidas ya era complicado. Pero además, hizo falta salirse del estereotipo de género de las profesiones. Por supuesto que las cosas cambian y evolucionan. Por fin la costura ya no es una profesión reservada a las mujeres y los hombres pueden acceder a ella. En Europa, muchas de las barreras legales impidiendo a un género el ejercicio de una profesión han caído. Sin embargo, una barrera invisible y muy patente persiste. Aquí no hablaremos de sexismo sino de la barrera de los modelos.
Si mi madre no hubiese sido emprendedora, seguramente no hubiese imaginado esa posibilidad con tanta naturalidad. Perrine, ella, nunca había imaginado la posibilidad que una mujer elaborase vino, y aún menos sola. No es que lo viese imposible. Simplemente, la idea nunca se le había pasado por la cabeza.
Perrine viene del Nord-Calais, quería ser veterinaria, pero al no aprobar el examen de acceso, se acabó dirigiendo hacia la agronomía con especialidad en producción animal. No le gustó nada.
Sin embargo, dos módulos le habían llamado la atención: agricultura y sociedad, y viticultura y enología. Durante este módulo había descubierto el vino natural a través de los vinos elaborados con Chenin de Jo Pithon, un encuentro gustativo alucinante y surrealista que marcó para siempre sus papillas gustativas. Con la carrera acabada, siguió con una tesis doctoral sobre las denominaciones de origen en Ucrania, el tema del Terroir ya la apasionaba. Sin embargo, al no encontrar ningún oficio alrededor de su temática de predilección, decidió trabajar en el desarrollo de circuitos-cortos.
El vino llegó a su vida, poco a poco, discreto, sin hacer ruido.
Su primer amor pertenecía a una familia de enólogos en Nuit Saint Georges (Borgoña). Hizo sus primeras vendimias allí y se veía bien de “mujer de vigneron”, ayudándole en el viñedo y en la bodega. Sola, la empresa no era imaginable; el modelo estaba claro.
Perrine vivía en Lille (Norte de Francia) dedicando su tiempo a los circuitos-cortos, cuando su novio de la época le anunció “quiero hacer vino”. Perrine ni se lo pensó. Encantada de haber encontrado al socio perfecto para llevarle a donde sus sueños de la época de Nuit Saint Georges le habían llevado a veces, aceptó la aventura.
Se formaron en el Mas du Liban, en la bodega Calmette, con Causses Marines, y decidieron instalarse en Gaillac. El equipo había crecido y dos amigos, seducidos por la energía y la pasión comunicativa de la pareja, se habían unido.
Sin embargo, al alba de esta nueva aventura, cuando los cuatros felices compañeros por fin listos iban a ponerse a elaborar su primer vino, la pareja se separó.
Había que poner distancia. Y, no sin algo de remordimiento y frustración, Perrine se fue de Gaillac para ofrecer sus competencias en el Jura a la bodega Tournelle. Al haber visto sólo vignerons varones y parejas al mando de bodegas, le parecía evidente que tendría que volver a encontrar un socio si un día quería lanzar su propia empresa.
No obstante, cuando en la bodega de la Tournelle conoció a Evelyne y Pascal Clairet, para ellos fue une evidencia, Perrine elaboraría su proprio vino. Rápidamente, Perrine decidió comprar uvas a Grégoire Aubrun de la Bodega del Chapitre (Gaillac) para hacer vino en la bodega de Evelyne y Pascal que le dejaban prestado el material y un espacio para que, por lo menos, probase elaborar vino. Y así fue cómo surgió una primera añada de 600 botellas coescritas con Cédric, su socio en esta etapa feliz, puente entre Gaillac y el Jura, transición entre dos capitulos, orgullo y felicidad : Les Mille.
El trabajo en el viñedo era allí complicado y la vida precaria. Perrine decidió aceptar un contrato indefinido en la región del Muscadet, en una asociación Terres en Vie, que protege las tierras agrícolas, pasándolas al cultivo ecológico y ayudando a instalarse a los campesinos. A penas había empezado y ya echaba en falta las viñas. En este preciso momento se dio cuenta que quería elaborar vino.
Durante su etapa en Gaillac, Perrine había conocido a Virginie que se había separado y había dejado Gaillac para instalarse sola, al mando de su bodega, La Spanda. Se había instalado en Calce, que Perrine ya conocía de unas vendimias allí con Jean-Philippe Padié en 2018 y de las primeras vendimias de Virginie en Calce en 2020. Perrine se había enamorado entonces de los vinos blancos de la región pero se veía demasiado lejos de su Norte. Las cosas habían cambiado y las estrellas parecían alinearse. Perrine echaba en falta las viñas y Virginie acababa de poner el ojo para Perrine sobre 2ha de viejas viñas ecológicas, en vaso, con tres tipos de uvas y con vistas al mar. Además, Virginie y François-Xavier (de la bodega des Lampyres) le dejaban también su bodega para vinificar. “Perrine, ¿cuándo te atreves y empiezas?”
Entre la espada y la pared y ya frente al modelo de vigneronne (una mujer que elabora vino con sus propias uvas) que siempre había necesitado, Perrine lo tuvo claro. Quería su bodega, ser una mujer sola elaborando vino era un camino posible y era sobre todo una realidad. Si quería, podría. Y todo lo que no sabría, lo aprendería.
Con sus viñas, fue un flechazo. Había algo especial, una energía vibrante. Este oleaje azur a lo lejos, y en el cielo, el azul. El azul de los sueños, del blues, de las emociones pero también de la ropa de los trabajadores y las bluestocking (mujeres de letras en el SXIX), sus viñas: L’Ame Bleue, el alma azul.
Junto con Virginie, hicieron unos vinos en colaboración dentro de los cuales destaca Gypsy Queen, que marcó las primicias de una nueva historia: la del colectivo de vigneronnes del mismo nombre. La leyenda dice que, tras haber vinificado este vino, Perrine había convencido a Virginie para ir a la playa a ver un concierto homenaje a los Gypsy Kings. En el Norte está Jhonny Halliday el rockero, y en el Sur están los Gipsy Kings. Cultura general, tenía que ir a verlo. Aquí estaban, en la playa, con un cacho de pizza en mano y la música de los Gipsy de fondo cuando, como una evidencia, el nombre Gypsy Queen se impuso: mujeres poderosas, nómadas y libres (pero que tampoco se comen demasiado la cabeza).
Cuando otro año Virginie acabó con uvas de más, le insufló la idea a Perrine de repetir un Gyppy Queen, pero esta vez, con otras cuatro mujeres, vecinas, ellas también deseando elaborar vino. No siempre es fácil emprender sola, y estar sola emprendiendo no es para todo el mundo. El colectivo trata de esto, un intercambio de sinergias y competencias, una estructura horizontal en la cual se reúnen personas para darse fuerza y para, sobre todo, enriquecerse mutualmente con sus diferencias. Salimos del modelo de las parejas, separamos los sentimientos amorosos de lo profesional y avanzamos juntos hacia un modelo a geometría variable.
Hoy en día, Perrine está sola en l’Ame Bleue pero nunca está realmente sola con el colectivo, con Virginie, y en Calce donde encontró también una familia y apoyos considerables. No lo olvidemos, las viñas y el vino suponen mucho trabajo y es agotador.
Entonces, Perrine pone a Janis Joplin. Cuando canta, le da fuerza. Esta voz que te coge por dentro y te recuerda que, como Janis Joplin, puedes componer e interpretar melodías que hacen vibrar a la gente. Por eso, para su primer vino, Perrinne quiso rendirle homenaje y elaborar con uva Muscat “Kozmic Blue”. También quiso rendir homenaje a Cataluña y al Rosellón y no borrar de Kozmic Blue el sabor del Terroir (el sabor que tiene el Muscat en este territorio particular).
En esta botella introdujo los recuerdos de todos estos años que habían guiado sus pasos hasta aquí. Puso también las emociones que le habían acompañado y sus aspiraciones para Ame Bleue. Cerró la botella y cogió un tren para el Norte. Allí, frente al puerto, vertió su historia en dos copas. ¡Sabia tan bien al Sur! Sin embargo, resultaba aún mejor con una ostra de Canquale (del Norte de Francia) y patatas fritas de allí, porque Kozmic Blue es eso, un grito de libertad de una chica del Norte enamorada del Sur, que avanza cada día más fuerte y determinada. Es un guiño a la Perrine del pasado, es el modelo de mujer que le había faltado para imaginar toda esta aventura. Es un modelo de mujer para las mujeres que hoy en día sueñan con hacer vino. Perrine suma y sumando se normalizan las cosas.
Esta historia la escribe sola pero rodeada de gente; libre y nómada, siempre un poco rockera pero cada vez con más notas Sureñas.
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