Carmen López Delgado, Uva de Vida

Comparte

Carmen y Luis ©CarmenLópez


Bodega : Uva de Vida
Papel en la bodega : De las viñas a la botella
Región : Castilla La Mancha
Tamaño viñedo : 13,5 Ha
Tipo de viticultura : Biodinámico 

https://www.uvadevida.com/
https://www.instagram.com/uvadevida/

Es curioso las vueltas que te da la vida y fascinante ver como con desempeño y dedicación, las aspiraciones acaban dando frutos.

Hija de agricultores ganaderos, Carmen guardaba un recuerdo amargo de las vendimias.
Estudiaría diseño de moda y luego peluquería, pero tenía claro que se acabaría dedicando a su familia. En esa noble labor, decidió apuntarse a un curso de cocina para mejorar sus aptitudes detrás del fogón familiar. Allí, descubrió los maridajes con vino y fue entonces que se enamoró del vino.

Poco después, fue la viticultura la que reapareció en su vida. Su madre, recién separada, tenía que vender la parcela del abuelo para comprarse una casa, y no tardó mucho en convencer a su hija Carmen que se la comprase. Además, las subvenciones del gobierno para modernizar las instalaciones de viticultura venían como agua de mayo.

Carmen, novata, se puso a ejecutar las directivas del gobierno requeridas para la obtención de las subvenciones, y se puso a arrancar paulinamente todas las plantaciones de su parcela, unas viñas de Airén de 50años y unos olivos de 60años (si hubiese sabido en aquel entonces el valor de ese patrimonio).
Sin embargo, en una de sus lecturas, Carmen aprendería que no se debían de plantar unas nuevas viñas donde había habido viñas, sin haber dejado pasar 12años… La única solución que existía para acortar este plazo era desherbar. Pero de esto, ni hablar.

Lejos de desanimarse, Carmen, con Luis, su marido, se pusieron a buscar otra parcela que encontrarían no lejos de allí.
Para la elección de la variedad de uva, confiaron en el visionario Carlos Falcó, vecino de la finca, y eligieron la uva Graciano.
Ya no quedaba nada más que excavar un pozo para plantar la parcela con las vides de prometedor Graciano. Nada más… Sondeo del terreno, estudios hidrológicos, todos concordaban: aquí no había agua. La ansiedad se hacía notar, y no sin cierto recelo aceptó la propuesta de su padre: consultaría “al hombre de la barrita”.

El zahorí iba correteando por todas partes con su barrita mientras que Carmen y su marido hacían todo su posible para controlar sus risas.  Sin creerlo mucho, excavaron donde el zahorí les había indicado. Y, donde las ciencias modernas habían fracasado, salió agua.


Sin embargo, un nuevo obstáculo vino interponerse en su camino: le acababan de detectar a Carmen un cáncer linfático. Pararon todo.

Al de un año, ya mejor, decidió empezar a plantar viñas. Su madre, no sin cierta culpabilidad, le ayudaba, así como su marido, cuando el trabajo se lo permitía.
 A Carmen le sobrepasaba todo y la toxicidad de los tratamientos a los cuales había estado expuesta se seguía haciendo sentir.
A pesar de ello, se centró en su tarea y, poco a poco, empezó a sentirse mejor.
Ella cuidaba las viñas y las viñas la cuidaban a ella.

Tras haber visto los efectos de los químicos sobre su cuerpo, tenía claro que a sus viñas no les haría lo mismo. Fue la primera de su pueblo en decantarse por un cultivo ecológico.

Ahora había que esperar. Antes del transcurro de 3años, la uva no se considera apta para la elaboración de vinos.
Carmen se formaba pero se sentía sola en esa andadura. De una cosa a otra, acabó en un cursillo de emprendimiento.


El primer día se agobió muchísimo, se sentía desplazada en medio de gente que venía del marketing o RRSS. Cuando le tocó hablar de su proyecto, no sabe bien porqué, anunció que hacía viticultura biodinámica cuando lo único que hacía era podar las viñas en luna descendente.  
¡Despertó en la audiencia un interés que ni ella imaginaba!
Estaba decidido, haría pues, viticultura biodinámica. Pero claro estaba, lo primero era enterarse de lo que era…

Empezaron entonces los cursos de cultivo biodinámico. Carmen recuerda con una sonrisa su primer día de clase, “Parecía una secta, no entendía nada, hablaban de cuernos y  preparados… Y este libro de Nicolas Joly “El vino del cielo a la Tierra: la viticultura biodinámica” para mí era chino… ¡Si me hubiese visto mi padre!”
Pero no se desanimó convencida que allí acabaría encontrado una solución a sus preguntas.
El declic vino durante una conferencia de Nicolas Joly en Navarra. Empezó a entender el propósito de la viticultura biodinámica: buscar a través de la viña el equilibrio entre fuerzas del cosmos y fuerzas de la Tierra.

De vuelta, Carmen apuntó a su marido al curso, si querían hacer viticultura biodinámica, él también tendría que subirse al barco. Casualidades de la vida, en uno de estos cursos, su camino se cruzó con el de Ángel Amurrio. El llevaba años practicando la viticultura biodinámica en La Rioja y quería empezar a asesorar, Carmen fue su primera clienta. Juntos aprendieron a entender lo que querían las viñas y a preservar y cuidar el suelo.

La historia habría podido acabar así pero, a pesar de todos los cuidados que Carmen proporcionaba a sus viñas, los beneficios económicos seguían escasos.
Se puso entonces a buscar a un cliente más generoso que acabaría encontrando en Zamora. Sin embargo, tenía una condición, que siguiese todas sus pautas…
Esas pautas que, si funcionaban de maravilla en Zamora, allí al lado de Toledo, resultaron un desastre. Viendo el resultado, el buen hombre le empujó a alquilar un depósito, comprar herramientas,… “Qué si Carmen! ¡Vamos a sacar adelante un vino, ya verás!” Se acumulaban los gastos y no tardó en llegar el momento en el cual el hombre retirase su promesa.
Subidos al carro, Carmen y su marido que nunca habían hecho vino, se lanzaron a la aventura.
“Muy bien, hacemos vino. Pero ahora, ¿Qué vino hacemos?” Sin dinero para un enólogo y sin conocimientos suficientes, decidieron, por precaución, hacerlo lo más sencillamente posible. Y si no echaron sulfitos u otros aditivos a sus vinos fue para no liarla.

El primer vino listo, pero todavía sin etiqueta, Ángel Amurrio consiguió los contactos para presentar su vino a la asociación de Nicolas Joly “Renaissance des Appellations”. Sólo se aceptaban mediante una cata a ciega, los vinos honestos capaces de hablar de un “Terroir” y del trabajo de una persona. Era en 2015. Entraron, y con ello arrancaba una nueva etapa. Con ellos empezaron a ir a ferias y encontraron un apoyo no negligible.

Hoy en día Carmen cuenta, entre otras personas, con el apoyo al 100% de su marido y de su hija mayor. Y si ahora puede pausarse a mirar el fruto de su aventura en el vino, sigue insistiendo en que la labor de campo es un trabajo, agradecido, pero muy duro.
Sin embargo, lo que emana de Carmen esa resiliencia y voluntad, nunca se rindió. Las viñas se convirtieron en las extensiones de Carmen y juntas encontraron un nuevo camino. Como lo suele repetir:  “¡Busca la Luz del sendero ! Más buscarás en vano si tú mismo no te conviertes en Luz “ ( Rudolf Steiner ).

Septenio ©CarmenLópez

Si tuviese que elegir un vino, sería el del 2012, “ Septenio” un monovarietal que debería de haber sido embotellado tras la vendimia, pero se quedó en unas barricas de roble francés usadas.
Al principio, el “olvidado” no convencía nada y se iba refrescando con vino joven porque sabia demasiado a madera. Sin embargo, un día, sin avisar, se convirtió en el vino más perfecto de la bodega.  

Es un vino para meditar, que cada vez que lo cata Carmen, la trae a los inicios y le recuerda todo el camino recorrido.

Si no es en silencio, sería con música para los Seres Elementales que lo acompañaría, para agradecerles de cuidar del equilibrio de nuestra Tierra, ¡y haber permitido que salga este pedazo de vino!

¡Celebrando la Tierra, celebrando la vida, ¡con amigos y con una copa de vino!



Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *