Cuando Méjico se junta con Galicia, los vinos de Iria

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Iria Otero (y Miguel detrás de la cámara) ©IriaOtero



Bodega : Iria Otero
Papel en la bodega : De las viñas a la botella
Región : Ourense, Galicia
Tamaño viñedo :1,5ha en el Ribeiro + 2ha en Rias Baixas donde trabajan con viticultores
Tipo de viticultura : vino natural

https://www.iriaotero.com

https://www.instagram.com/iriaoteromazoy/



Todo empezó con un padre que quería transmitir su pasión a su hija. Antonio era profesor y su mujer Estrella era empresaria en la hostelería, pero ninguno era “del mundillo”. Sin embargo, Antonio consideraba el vino como algo especial, que había que respetar en tanto que digno representante del terroir, algo que había que degustar con conciencia para poder apreciar su complejidad.
Quiso acercar a su hija Iria a este maravilloso universo de sensaciones y emociones así que juntos empezaron a ir a catas de vino. Iria se enganchó al pasatiempo de su padre aunque no viese allí un posible futuro empleo.
Cuando vino el momento de estudiar, se decidió por la farmacia y se fue a trabajar a Londres.
Allí, recordando las catas con su padre, le empezó a rondar en la cabeza la idea de un cambio de rumbo.
En esa época, sólo había cuarenta plazas en enología en La Rioja. Echó la solicitud.
No hace falta decir que cuando la cogieron, lo vio como una señal.

Estuvo nueve años trabajando en La Rioja mientras seguía desarrollando sus conocimientos con una tesis doctoral en viticultura.
En 2014 sintió que era el momento de arrancar su proyecto. Sin embargo, la llamaron de una bodega para ser directora comercial de unos vinos parecidos a los que Iria quería hacer.
Era perfecto, podría tener una visión más completa de lo que conllevaba llevar una bodega, ya que nunca había sido directora comercial.
El año siguiente, cuando una amiga suya le propuso hacer vino en su bodega en las Rías Baixas, ni lo dudó. Unos años después, en 2018, encontraría un “colleiteiro” para reformar (para los que habéis leído la entrevista sobre Montse, es como el “Mas” pero gallego, una casa donde vives y trabajas y con la finca alrededor).


Antiguamente, en el Ribeiro, la mujer llevaba la viña, pero la explotación la llevaba el hombre. Estaba muy mal visto que una mujer fuese propietaria. Y cuando no había hombres herederos, se solía dar la explotación al yerno o al nieto.
En la primera parte del siglo XX, por las guerras, el 90% del trabajo de campo lo llevaba la mujer, pero aun así, la poda, un momento muy crítico, lo seguía llevando el hombre.

¿Por qué, a veces, resumiendo un poco rápidamente, cuesta más siendo mujer emprender o darse el derecho a dedicarse a tareas más complejas? No digo que no las hagamos, hablo de esta pequeña voz interior que nos bloquea desde hace generaciones y contra la cual nuestras madres han luchado y, ahora, tenemos que luchar.
Sin hacer una tesis sobre el tema, porque las razones son varias, dejaré aquí, para reflexionar, la hipótesis del marido de una amiga suya bodeguera: “Las mujeres buscan lo óptimo y es lo que te paraliza. Si lo haces todo con cabeza, saldrá bien. Mientras que si lo analizas todo demasiado, siempre encontrarás pegas y más preguntas sin resolver.”   

Cuando se instalaron en su Colleiteiro, de forma casi orgánica Miguel, su marido, acabó con las manos metidas en la masa. Miguel había estudiado biología, aunque jamás trabajó de lo suyo. Entonces era fotógrafo. En la bodega, encontró su lugar entre las viñas e Iria en la bodega. Aunque estén juntos en todo, llevan cada uno su campo de actuación por separado, para mantener separadas su burbuja personal y su pareja.

Tienen una filosofía poco intervencionista. Sin embargo, no tienen certificaciones porque al estar rodeados por otras parcelas que no comparten sus convicciones, y siendo los tratamientos utilizados por sus vecinos bastante  volátiles, su obtención es muy complicada.
Trabajan con la biodiversidad, plantan coles para atraer a los insectos, o arboles frutales para los pájaros. Si el año ha sido demasiado complicado (por ejemplo, hongos como el mildiu o heladas) puede que echen algo de sistemático (producto que afecta todo el sistema de la planta) pero siempre razonado.
En bodega no añaden nada, dejan que las levaduras indígenas (las de la uva) hagan su trabajo.
Iria tiene dos tipos de vinos: los de chateo que cría en bodegas de amigos, vinos fáciles de beber y más baratos por ser menos trabajosos; y vinos mas complejos que cria en su bodega y que requieren mucho más trabajo.
Sin embargo, hacer un vino básico no es tan sencillo, más barato significa que más apretados estarán todos los costes. No se te puede ir nada.
Iria y Miguel producen unas 30 000 botellas, este conjunto de botellas representa el trabajo de un año entero. Imaginaros si vendiesen las botellas a 2€.
30 000 x 2€ = 60 000€, que dividimos entre 2 personas y 12 meses, que acaban siendo 2 500€ cada uno. A estos 2500€ tienes que restarle el coste de las 30 000 botellas de cristal, con sus corchos y etiquetas, las cajas de cartón, la maquinaria, el transporte, el coste amortizado de la bodega, … y aun ni siquiera hemos hablado de impuestos… y tampoco de intemperies o incendios que te destruyen las viñas…
Pero todo no es tan negro.
 Tienen la suerte de vivir y trabajar en Galicia donde hay mucha cultura de vinos y sobre todo de vinos de pequeños productores. El vino natural ya ha encontrado allí su publico y se ha hecho un sitio en los bares y restaurantes, así como en los consumidores.

Iria no suele decir que no añade sulfitos durante la vinificación, porque lo primero es que el vino esté bueno y guste, y si no hay productos químicos mejor, y si además respeta la biodiversidad, mucho mejor.



Cosco ©LeaLip

Cosoco es su vino más identitario, lo cría 12 meses en pipas (grandes barricas de 200-300L) de castaño como era la costumbre aquí en Galicia (en Portugal y Cataluña también). Las barricas de roble eran las que utilizaban los ricos, en el pueblo solo se podían permitir barricas de castaño.  
Le hacía ilusión rescatar aromas y sabores de antaño. El castaño enriquece el vino con aromas a toffee, caramelo o champiñón. En boca le da más textura, acidez y amargor, más chicha.
Lo lógico sería maridarlo con un Polvo a Feira (pulpo a la gallega) pero a Iria le gusta con embutido de cerdo o con comida asiática bien especiada. Su madre es mejicana y nunca les faltaron en casa tortillas ni habaneros. Entonces, no es de extrañar que sus blancos tengan cuerpo y aguanten las especias…
Iria es rock’n’rollera y se acuerda de un concierto de the Who en las fiestas de Bilbao (Aste Nagusia). Esto es lo que le pega a Cosco porque es un blanco refrescante que lo aguanta todo.



“Change it had to come
We knew it all along
We were liberated from the fall that’s all
But the world looks just the same
And history ain’t changed
‘Cause the banners, they all flown in the last war”


                       Won’t Get Fooled Again, The Who



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