Cuando su padre se jubiló, Berta fue invadida por una profunda nostalgia: cuatro generaciones de historia y viñas centenarias. Si ella no tomaba el relevo, estas parcelas de recuerdos desaparecerían.
Fue así como Berta decidió seguir manteniendo el patrimonio emocional de su familia, pero también patrimonio cultural de La Rioja.
Rehabilitó una vieja bodega de la zona y se instaló como viticultora en el 2016.
Por una mezcla entre la curiosidad por saber qué saldría de estas parcelas, y la convicción por la necesidad de dar otro destino a esas viñas heredadas, Berta tuvo enseguida la intuición de que tenía que recuperar otra tradición familiar, la de sus abuelos y antecedentes, la de elaborar vino.